¿Aquí quien manda?
Paquito.-
Usted, mi sargento.
Sargento.-
¿Entonces por qué no me obedeces?
Paquito.-
Porque me ha pedido una cosa muy difícil.
Sargento.-
Tirarte de un avión en vuelo te parece difícil,
¿pero tú no eres paracaidista?
Paquito.-
Sí.
Sargento.-
¿Entonces?
Paquito.-
Pero no tengo paracaídas. Ya se lo he dicho.
Sargento.-
¿Y qué?
Paquito.-
Que así es muy difícil hacerlo.
Sargento.-
Qué va, tonto, sólo tienes que dar un saltito y ya
está.
Paquito.-
Ya, pero lo malo es lo de luego.
Sargento.-
¿El qué?
Paquito.-
Pues que voy a estar cayéndome por el aire.
Sargento.-
Pero si el aire no te hace nada, nadie se ha muerto
por estar en el aire.
Paquito.-
Ya, la gente se muere cuando llega al suelo.
Sargento.-
Porque no saben caer bien, porque se dejan llevar
por el pánico.
Paquito.-
¿Ah sí?
Sargento.-
Pues claro.
Paquito.-
Ya, pero yo prefiero saltar con paracaídas.
Sargento.-
Pero ya te he dicho que no tenemos presupuesto.
Paquito.-
Jolín, es que...
Sargento.-
¿Tú has probado a saltar así, alguna vez?
Paquito.-
¿A pelo?
Sargento.-
Sí.
Paquito.-
Pues no.
Sargento.-
Pues tú prueba, y si no te gusta, pues pensamos otra
cosa.
Paquito.-
Ya pero es que...
Sargento.-
Ya verás como te va a encantar, hombre, y que a
partir de ahora, el paracaídas, te va a resultar un estorbo, y me vas a pedir
siempre saltar así, sin nada.
Paquito.-
Pero si es que la gente cuando se cae de un sitio
tan alto, se machaca el cuerpo y todo.
Sargento.-
Pero eso es la gente normal, pero tú eres un
profesional.
Paquito.-
Ah.
Sargento.-
Y además te voy a dar una estampita de la Virgen de
los Remedios, que es muy buena protectora en estos casos.
Paquito.-
Pero ¿y si me mato?
Sargento.-
Pues, entonces, ya sabemos que tenemos que aumentar
el presupuesto en paracaídas.
Paquito.-
¿Y yo qué?
Sargento.-
Pues te hacemos héroe o algo.
Paquito.-
¿Qué?
Sargento.-
Si quieres, vamos, que si no te apetece, a mí lo
mismo me da. Que me has puesto una cara que parece que no te haga ilusión que
te pongamos una medalla y la bandera en el ataúd, ni que te toquemos el himno
en el entierro, y que el señor general, en persona te ponga una corona de
flores en la tumba.
Paquito.-
Lo que pasa es que...
Sargento.-
Sí, lo que pasa es que de desagradecíos está el
mundo lleno.
Paquito.-
Si a mí, las medallas y los himnos me gustan mucho,
y las flores también, pero prefiero tener todo eso estando vivo.
Sargento.-
Sí, claro, y a mí me gustaría que el betis ganase la
liga, pero hijo, la realidad es así de dura.
Se toma o se deja.
Paquito.-
¿Y si me niego a saltar?
Sargento.-
Pues nada, lo normal, consejo de guerra,
fusilamiento y entierro sin himno, sin medalla y sin flores.
Paquito.-
Madre mía.
Sargento.-
Venga hombre, arriba ese ánimo.
Paquito.-
Si es que, yo sé lo que va a pasar, que me voy a
machacar contra el suelo como un huevo frito.
Sargento.-
Pero, hombre, las cosas hasta que no se prueban, no
se saben. Tú imagínate que hemos estado gastando un dineral en paracaídas sin
hacer falta. La de presupuesto que nos
vamos a ahorrar. Además, con este
sistema se cae más rápido y se pierde menos tiempo.
Paquito.-
Pero, ¿por qué yo, por qué me han elegido a mí?
Sargento.-
Porque te llamas Duro de apellido.
Paquito.-
¿Por eso ha sido?
Sargento.-
Sí.
Paquito.-
¡Lo sabía!
Sargento.-
Haberte llamao de otro modo.
Paquito.-
Ay, Dios mío.
Sargento.-
Venga, que es la hora.
Paquito.-
Ya voy, ya voy.
Sargento.-
Pero hombre, que te dejas el casco.
Paquito.-
¿El casco?
Sargento.-
Claro, inconsciente, la seguridad ante todo.
¿Eh?
Sargento.-
No ves que hemos tenido que reducir el presupuesto
en equipos médicos, lo único que nos quedan son tiritas, así que mucho cuidado
con hacerte algo gordo, o ya sabes.
Paquito.-
Consejo de guerra, ¿no?
Sargento.-
Eso es.
Paquito.-
Si me lo decía mi hermano, Paquito, hazte
desertor. Gilipondio que soy un
gilipondio.
Sargento.-
Vamos pa dentro, niño.
Paquito.-
Ya voy, ya voy, mi sargento.
Sargento.-
¡Cómo me gusta a mí esto de la disciplina castrense!
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