VERONÉS.– ¿Herejía?
AMIGO.– Así
es.
VERONÉS.– Me
acusan de herejía por pintar un cuadro sobre
Cristo en la última cena. No es posible.
AMIGO.– Lo
es.
VERONÉS.– Se
han vuelto locos.
AMIGO.– Quizás.
Pero... lo que has pintado... reconoce que no
es una última cena normal.
VERONÉS.– Yo
no soy un pintor normal. Yo soy Paolo Caliari,
el Veronés;
las iglesias y los palacios de Venecia están repletas
de obras mías.
AMIGO.– Ya,
pero escúchame.
VERONÉS.– Escúchame
tú a mí. Esto es un atropello y no
estoy dispuesto...
AMIGO.– Basta.
No te das cuenta de la gravedad del problema.
No se trata de que un cliente no esté contento con el
resultado de un encargo y que proteste por ello. No. Se
trata de algo mucho más grave.
VERONÉS.– ¿Cómo
de grave?
AMIGO.– El
tribunal de la Inquisición.