lunes, 30 de octubre de 2017

FRAGMENTO DE LA OBRA "ESCUELA MIGUEL HERNÁNDEZ".






La acción transcurre en una escuela. En escena hay una pizarra y
otros elementos que nos indican que estamos en una clase, en la
zona ocupada por el profesor. Todo ello ambientado en los años 80.
En escena hay un hombre maduro que nos habla de su infancia.
Concretamente de un curso muy especial, que cambió su vida.
El año en el que conoció a Miguel, el poeta. Su maestra, en la
escuela, una mujer comprometida y amante de la poesía, consiguió
transmitir a una clase, en principio, poco receptiva, el gusto por la
literatura. Durante aquel año, solamente hubo una materia, la vida y
la obra de Miguel Hernández.

A la vez que nos narra esta historia, nuestro personaje, se sorprende
al comprobar que algunos de sus recuerdos se materializan. Su
maestra aparece como una presencia que se hace corpórea, más
allá de su imaginación. Incluso ambos personajes, desde tiempos
diferentes, llegarán a interactuar.

Jugaremos con el contraste social y tecnológico entre los años
80 y la época actual. Y siempre estará presente la figura de
nuestro poeta como fondo estructural, y como contenido básico.
Y también, por supuesto, tendrá un importante protagonismo
Josefina Manresa, puesto que nuestros personajes rememorarán la
visita que la anciana mujer llegó a hacer a la clase.
Finalmente, hubo un acontecimiento crucial aquel año. La
función teatral, que por supuesto tenía a Miguel Hernández como
protagonista, y que a pesar de las dificultades iniciales, nuestros
personajes llegarán a interpretar, como culminación a un año maravilloso.

(...)

III.          LA INFANCIA DE MIGUEL.

(ELLA toma su libreta y lee)

ELLA.
La infancia de Miguel, dos puntos.  La leyenda del poeta cabrero.
(Ahora no lee.  Trata de conectar con sus alumnos) A vosotros, a veces no os apetece escuchar poesía, ni venir a la escuela.  Estar aquí tantas horas y tener que estudiar, os resulta  un fastidio a algunos.

ELLA.
Pero para otros, asistir a clase, poder leer, es… Wau, es como que te regalen la llave que tiene el poder de abrir el tesoro que contiene todo el conocimiento que hay en el mundo.  ¡Qué maravilla!
Y encima en la escuela, hay una persona que es tu profesor o tu profesora, que te ayuda a caminar paso a paso por los renglones, sin que tropieces con los signos ortográficos, ni te caigas al vacío de los márgenes de página.

ELLA.
Sin embargo ir al colegio, a veces es un lujo.  Como en el caso de Miguel.
En su época: principios del siglo XX, no todos tenían acceso a la escuela, y él no pudo ir al colegio durante algunas temporadas.  Y debéis saber que aún hay lugares en los que, sobre todo las niñas, y a veces también los niños, no tienen derecho a recibir educación.  No hay nadie que les conduzca al saber, que sea capaz de satisfacer su curiosidad.  Todavía ocurre esto, ahora, casi a finales del siglo XX.

ÉL.
Y ahora, a principios del siglo XXI.


ELLA.
Y ocurre que cuando quieres algo y no puedes conseguirlo, lo deseas con más fuerza.  Miguel ansiaba educación, conocimiento, quería saber. La escuela era su empeño y no siempre podía alcanzar ese anhelo. 

ELLA.
El caso es que el padre de Miguel se GANABA la vida con el ganado.  Y por eso Miguel se PERDÍA, a veces, las clases del colegio, cuando tenía que cuidar de los animales.

(Durante el discurso anterior de ELLA, ÉL, que estaba ordenando los libros del mueble, y había descubierto varias cassettes y un aparato reproductor, introduce la cinta pero no funciona, de hecho, se ha enredado y la tiene que liar con un bolígrafo, y cuando llega el momento, se ve obligado a recitar el poema.  Todo ello muy leve y matizado, tratando de no llamar mucho la atención, no buscar la carcajada, sino la leve sonrisa.  El objetivo es que la escena no sea demasiado discursiva, pero sin molestar el contenido narrado)

ÉL.
(Recitando)  En cuclillas ordeño
Una cabrita, y un sueño
Glu, glu, glu
Hace la leche al caer
En el cubo.  En el tisú
Celeste va a amanecer
Glu, glu, glu, se infla la espuma
Que exhala una finísima bruma.
(Me lame otra cabra, y bala)

ELLA.
Pero crecía en contacto con la naturaleza, Miguel.  Y sabía leer en los  inmensos libros que hay en el campo: las hojas de los árboles, igual que las hojas de los libros contienen enseñanzas importantes.

(Sigue sin funcionar el aparato, por lo que tiene que recitar de nuevo)

ÉL.
Hoy el día
Es un colegio musical
Millones de aves
Cantan la lección
De armonía
Que el egregio
Profesor sol
Les enseña.

ELLA.
(Refiriéndose al poema) Es bonito, casi puede una ver al niño pastor aprendiendo de la naturaleza, como si fuera una escuela.
¿Os gusta?

(…)

ELLA.
Espero que sí.
Al menos he conseguido que escuchéis los poemas en silencio.

(Ella se marcha)

ÉL.
Y nos gustó.  Y me gustó.  Pero no podía admitirlo.  Uno tenía cierta reputación de gamberro que no podía irse al traste por un momento de debilidad poética.

ÉL.
Yo era un poco rebelde como lo sería el joven Miguel.





















IV.           LETRAS Y SIGNIFICADOS
(REBELDES DE AMOR)

(Nuestro protagonista masculino, llevado por su renacido espíritu rebelde toma una tiza, comprueba que la maestra no está cerca, y se dispone a escribir algo en la pizarra)

ÉL.
No fue idea mía.
Creo.
Pero estaba de acuerdo en hacerlo.
Casi todos estábamos de acuerdo.

(Su cuerpo tapaba la pizarra, pero ahora se aparta y podemos leer que ha escrito en grandes letras, en cuatro renglones, con el orden y la posición que se incluye a continuación:
  YA  NO
    MÁS
  POESÍAS
    RARAS)

ÉL.
Era una frase contundente, una protesta directa.  Hasta me daba un poco de pena la seño.  Pero al fin y al cabo a ella le gustaba Miguel Hernández y alguien nos había dicho que Miguel fue un rebelde, que hasta estuvo en la cárcel.  Nuestra maestra luego nos dijo que estábamos equivocados, que él ayudaba a su familia con el ganado y cuando iba a clase era muy buen estudiante, y que su mayor preocupación, durante toda su vida, fue ayudar a los que menos tenían.

ELLA.
(Desde fuera de escena)  Hola.

ÉL.
Oh no.  Ya viene.

ELLA.
(Entrando)  Muy buenas.

ÉL.
Cuando ella descubrió nuestro mensaje…

(ELLA, como llevada por las miradas burlonas que advierte en sus alumnos, que estarían frente a ella ocupando el espacio del público, se gira y descubre el mensaje en la pizarra)

ÉL.
En fin, nosotros esperábamos: gritos, castigos, suspensos, expulsiones…

ELLA.
¡¿Qué significa eso?!

ÉL.
Nos mirábamos unos a otros, un poco arrepentidos.

ELLA.
¿Esto es lo que sentís?

ÉL.
Recuerdo que me encogí de hombros, no sabía qué decir.

ELLA.
¿Esto es lo que os inspiran mis clases?

ÉL.
Ella parecía: sensible, afectada.

ELLA.
¿De verdad?

ÉL.
Interpretamos su voz quebrada como una victoria.  Por fin había captado el mensaje.  Así que todos a una le dijimos que sí, que eso era lo que pensábamos de su clase.

ELLA.
Gracias.

ÉL.
Pero nos dejó helados cuando vimos que su respuesta era una brillante sonrisa.

ELLA.
Me hacéis muy feliz al expresarme, así, por escrito, lo que pensáis de mis clases.

ÉL.
Y ella, borrando todas las letras menos una de cada línea, nos mostró que nuestra frase de protesta, había sido transformada en una sola palabra, capaz de acabar de golpe con toda nuestra rebeldía.

(En efecto ella ha borrado todas las letras menos una de cada línea y se puede leer en vertical:
  YNO
    MÁS
  POESÍAS
    RARAS)

ELLA.
(Recitando)  ¡Si yo no pido tanto!
Amor es lo que pido.
Briznas de amor para esta sed del mundo
Tan grande y tan sumisa.
Algo de amor de esos corazones
Que no aman a los niños,
Que son capaces de cegar a un pájaro,
De aplastar a las hormigas.
Algo de amor; apenas un murmullo
De amor en cada pecho de criatura
Hacia todos los seres
Hacia todas las cosas
¡Si yo no pido tanto!
Briznas de amor para esta sed del mundo.

(Oscuro)

















V.              MAGIA DE ENERO.

(De nuevo está el hombre solo en escena.  Toma el borrador y hace desaparecer las letras de la pizarra)

ÉL.
¡Cómo pasa el tiempo! 

(Toma una tiza y escribe:  Año 2017.  Lo borra y escribe en su lugar Año 1985)

ÉL.
Aunque en el fondo parece que nada hubiera cambiado.

(Continúa concretando la fecha, escribe con tiza.  8 de enero de 1985)

ÉL.
Enero.  Mes de enero.  Acababan de terminar las vacaciones de Navidad y todos volvíamos a la escuela.

ELLA.
(Entrando en escena)  ¿Hablando otra vez?

ÉL.
¿Yo?

ELLA.
Hay que atender en clase.  ¿Creéis que todavía es tiempo de regalos y de polvorones?

ÉL.
(Aliviado) Creía que se había dirigido a mí.  Pero ella no es más que un recuerdo.  ¿No?

ELLA.
¡No es verdad!

ÉL.
(Inquieto de nuevo)  ¿Qué?

ELLA.
Ya no es tiempo de regalos.  Olvidaros de los tres Reyes de Oriente que hacen aparecer sorpresas en las casas.

ÉL.
Pero es un recuerdo tan real que parece magia.

ELLA.
La magia no existe.

ÉL.
¿No?... Esto…  ¿Es a mí?

ELLA.
Los Reyes Magos no siempre cumplen los deseos infantiles.

ÉL.
Ah, ya recuerdo aquella clase. 
¡Qué susto!  Pensaba que el recuerdo de mi maestra se había transformado… en una persona real y que… estaba hablando conmigo.

ELLA.
Lo estoy haciendo.

ÉL.
(Escéptico.  Tras los últimos sustos no quiere caer en el mismo error)  Ya…
No pienso asustarme otra vez.  Ella no habla conmigo.  Es solo una coincidencia.  Ella en realidad hablaba, en aquella clase, de un poema que escribió Miguel Hernández recordando su infancia.

ELLA.
Exacto, es un poema titulado “Las abarcas desiertas”.

ÉL.
(Tratando de controlarse)  Ya… esto parece un poco raro… pero en realidad… lo que acaba de decir no iba dirigido a mí, era parte de su presentación.

(ELLA está buscando una página de su cuaderno)

ELLA.
Te equivocas.

(Trata de negar la evidencia, pero con menos convicción)

ÉL.
Otra vez parece que… je je je… pero no… Ella se está preparando para recitar…

ELLA.
Eres tú el que va a leer el poema.

(ELLA, esta vez le ha mirado directamente)

ÉL.
(Colapsado) Leer…

ELLA. 
Sí, “Las abarcas desiertas” el poema en el que Miguel cuenta cómo dejaba con ilusión sus abarcas, o sea, sus zapatos en la puerta de su choza, en la noche de Reyes y lo que encontraba al despertar.

ÉL.
¿Qué?

(Dándole el cuaderno, se trata de la primera interacción directa entre ambos)

ÉL.
(Deja caer el cuaderno, incrédulo)  Esto no es posible…

ELLA.
(Recogiéndolo)  ¿No sabes leer?
Está bien.  Lo haré yo.
LAS DESIERTAS ABARCAS.
Por el cinco de enero
Cada enero ponía
Mi calzado cabrero
En la ventana fría.
Y encontraba los días
Que derriban las puertas
Mis abarcas vacías
Mis abarcas desiertas.

ÉL.
(Recitando de memoria)
Nunca tuve zapatos
Ni trajes, ni palabras:
Siempre tuve regatos,
Siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza,
Me lamió el cuerpo el río
Y del pié a la cabeza
Pasto fui del rocío.

ELLA.
Por el 5 de enero
Para el 6, yo quería
Que fuera el mundo entero
Una juguetería.
Y al andar la alborada
Removiendo las huertas
Mis abarcas sin nada
Mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado
Tuvo pié, tuvo gana
Para ver el calzado
De mi pobre ventana.

ÉL.
Toda gente de trono
Toda gente de botas
Se rió con encono
De mis abarcas rotas.

ÉL.
Rabié de llanto, hasta
Cubrir de sal la piel,
Por un mundo de pasta
Y unos hombres de miel.

ELLA.
Por el 5 de enero
De la majada mía.

ÉL.
Mi calzado cabrero
A la escarcha salía.

ELLA.
Y hacia el seis
Mis miradas
Hallaban en sus puertas.

AMBOS.
Mis abarcas vacías
Mis abarcas desiertas.

(Oscuro)















VI.           LA MAESTRA.

(Se ilumina la escena, ÉL está en la misma posición en la que acabó el poema, pero está solo, ELLA ha desaparecido)

Él.
(Mirando a su alrededor)  Y… ella…

ÉL.
(Confuso)  Esto es tan extraño.

ÉL.
(Buscando objetos, pruebas)  Está todo como cuando mi maestra daba clases, pero…  Ha pasado demasiado tiempo, y ella está igual.

ÉL.
(Escéptico)  Es solo un recuerdo…

ÉL.
Pero me ha hablado y…

ÉL.
(Tomando los objetos del perchero) Este es su abrigo. 
Y es real.
Y este creo que… sí, debe ser su bolso.

(ÉL trastea buscando documentos o pruebas)

(ELLA, al entrar, descubre al hombre curioseando en su bolso y va hasta ÉL, arrebatándole el objeto, indignada)

ELLA.
¡¡Eh!!  ¡Ese es mi bolso!  ¡Démelo!

ÉL.
Lo… siento…

ELLA.
¿Qué está buscando en mi bolso?

ÉL.
Es que… (Improvisando)  Mi móvil se ha quedado sin batería… y… ¿tienes un cargador?

ELLA.
¿Un carga…?

ÉL.
Tu cargador, ¿eres de iphone o de android o de qué?

ELLA.
(Desconcertada)  Soy de Quesada provincia de Jaén.

ÉL.
¿Qué?  ¿Y tu móvil?

ELLA.
Mi ¿qué?

ÉL.
Tu teléfono.

ELLA.
¿Un teléfono?  ¿Quiere hacer una llamada?  En el despacho de dirección hay un aparato.

ÉL.
Ah, no lo necesito.  Yo tengo uno.

ELLA.
¿Un teléfono?  ¿En su casa?

ÉL.
No.  Aquí.

ELLA.
¡Qué tonterías dice!  ¿Y el cable?

ÉL.
¿Qué cable?  Es un móvil.

ELLA.
¿Un…?

ÉL.
¿No sabes lo que es un móvil?

(ELLA niega con la cabeza)

ÉL.
¿De dónde has salido tú?

ELLA.
Doy clase, aquí.  Soy la maestra.

ÉL.
Doña Josefina, ¿eres real?

ELLA.
¿Me conoce?

ÉL.
(…)

ELLA.
¿Quién eres tú?

ELLA.
(Mirándolo atentamente)  Me suena tu cara, pero…

(ELLA aparta la mirada como identificándolo)

(ÉL se coloca frente a ella)

ELLA.  Te pareces muchísimo a un alumno.  A…

ÉL.
¿Luis?

ELLA.
¡Sí!

ÉL.
Yo soy…

ELLA.
¿Un familiar?

ÉL.
Algo así.

ELLA.
Ah.  Pues me alegra muchísimo verle.  ¿Por qué no viene Luis a clase?

ÉL.
Ah.  ¿Ya estamos a esas alturas de curso?

ELLA.
¿Qué?

ÉL.
Cuando mis padres… Quiero decir, los padres de Luis, le sacaron del colegio para trabajar.

ELLA.
¿Para trabajar?  No estoy de acuerdo con el trabajo infantil.

ÉL.
Yo tampoco.  Se lo aseguro.  Pero tuve que hacerlo.

ELLA.
¿El qué?  ¿Obligar a trabajar a Luis?

ÉL.
No.  Yo tuve que trabajar de niño… como Luis…

ELLA.
¡Qué pena!  Es un chico maravilloso.

ÉL.
¿En serio?

ELLA.
Sí.  Le echamos mucho de menos en clase.

ÉL.
Me encanta…  Quiero decir que a él le encantaría escuchar eso de sus labios.  A veces piensa que está usted enfadada con él, por ser… ya sabe, un poco travieso.

ELLA.
¿Luis?  ¿Travieso?  ¡Qué disparate!  Es muy sensible.  Escucha con mucha atención la poesía.

ÉL.
A él también le encantan sus clases.  Le han cambiado la vida.

ELLA.
¿Ah sí?

ÉL.
Ahora lee en casa.  Todo el tiempo.

ELLA.
¡Qué buena noticia!  ¿Y qué lee?

ÉL.
Sobre la vida de Miguel Hernández.

ELLA.
¿En un libro?

ÉL.
Y en unas cartas que recibe…

ELLA.
¿Y por qué parte va?

ÉL.
Por la época en la que el joven Miguel empieza a publicar en su tierra, y luego viaja a Madrid y…

ELLA.
Y empieza a ganarse la vida con la poesía.

ÉL.
Sí.  Y está especialmente preocupado por los humildes, por los más débiles.  Y empieza a reflejarlo en su poesía.

ELLA.
Precisamente ahora estamos viendo en clase un poema sobre los niños que, en su tiempo, eran obligados a trabajar casi como si fueran esclavos o animales.

ÉL.
“El niño yuntero”.

ELLA.
¿A usted también le gusta Miguel Hernández?

ÉL.
Me ha contagiado su pasión.

ELLA.
¿Luis?

ÉL.
Tú.

ELLA.
(Extrañada)  ¿Eh?

ÉL.
A través del… pequeño… Luis.

ELLA.
El niño Yuntero:
Carne de yugo ha nacido.
Más humillado que bello
Con el cuello perseguido
Por el yugo para el cuello.
Nace como la herramienta
A los golpes destinado,
De una tierra descontenta
Y un insatisfecho arado.
Contar sus años no sabe
Y ya sabe que el sudor
Es una corona grave
De sal para el labrador.
Me duele este niño hambriento
Como una grandiosa espina
Y su vivir ceniciento
Revuelve mi alma de encina
Le veo mirar los rastrojos
Y devorar un mendrugo
Y declarar con los ojos
Que por qué es carne de yugo.

(…)

PARA LEER LA OBRA COMPLETA: 
                tomasafan@hotmail.com

















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